martes, 8 de junio de 2010

Foro: 'Efectos de la Guerra Hispanoamericana en el Puerto Rico de Hoy'

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Este próximo sábado 12 de junio el Patronato Museo Antigua Aduana de Arroyo, Puerto Rico presentara el Foro titulado 'Efectos de la Guerra Hispanoamericana en el Puerto Rico de Hoy'.

Participaran en el Foro los siguientes panelistas invitados:

1.Jaime L. Marzán Ramos. Escritor de libros de cuentos y novelas, Publicista y Socio Fundador del Instituto Soberanista Puertorriqueño.

2.Cristóbal Santiago. Profesor de la Universidad del Turabo y de la Universidad Interamericana.

3.Nelson González. Profesor de la Universidad Interamericana.

Este Foro va a ser trasmitido en directo por la red de internet desde el Museo Antigua Aduana de Arroyo, Puerto Rico a partir de las 7:30 PM, hora de Puerto Rico (EST), a través de la siguiente página virtual:

http://www.ustream.tv/recorded/7135918

Si no puedes asistir a este evento sintonízalo por nuestro Canal Virtual!


ANTECEDENTES Y CAUSAS DE LA GUERRA HISPANOAMERICANA

A. Relaciones con EEUU

Tras la expansión y conquista de los Estados Unidos en los antiguos territorios de México durante la primera mitad del siglo XIX, las grandes potencias mundiales se disputaban a finales de ese siglo las colonias por razones de economía. Un país era más poderoso en tanto su influencia y moneda se hacían sentir en más territorios y colonias.

Por otro lado, las boyantes economías experimentaron en el último tercio del siglo una crisis de crecimiento al quedar inundados los mercados internos. Se imponía la necesidad de abrir nuevas rutas comerciales e incorporar nuevos territorios que absorbiesen la producción industrial y produjesen materias primas a las nuevas industrias.

Así, en la Conferencia de Berlín de 1884 las potencias europeas decidieron repartirse sus áreas de expansión en el continente africano, con el fin de no llegar a la guerra entre ellas. Otros acuerdos similares delimitaron zonas de influencia en Asia y especialmente en China, donde se llegó a diseñar un plan para desmembrar el país, que no pudo llevarse a cabo al desatarse la Primera Guerra Mundial.

Los Estados Unidos, que no participaron en el reparto de África ni de Asia, fijaron su área de expansión inicial en la región del Caribe y, en menor medida, en el Pacífico, donde su influencia ya se había dejado sentir en Hawái y Japón. Tanto en una zona como en otra se encontraban valiosas colonias españolas (Cuba y Puerto Rico en el Caribe, Filipinas, las Carolinas y las Marianas en el Pacífico) que resultarían una presa fácil debido a la fuerte crisis política que sacudía su metrópoli desde el final del reinado de Isabel II.

Una vez terminadas las hostilidades de la Guerra de Independencia de Estados Unidos se desarrolló un fuerte tráfico martíimo entre los EE.UU. y Puerto Rico. Este comercio beneficiaba mucho a Puerto Rico en perjuicio del comercio español, ya que los norteamericanos vendían sus mercancías a un precio más bajo que el cotizado por España. No tardó el gobierno español en poner fin a este lucrativo comercio por medio de legislación monopolística. La restricción española indignó fuertemente a la naciente república de EEUU y pronto se escucharon manifestaciones anexionistas en EEUU. En el 1783, el Ministro norteamericano John Adams propugnaba la idea de anexión política de las islas de Puerto Rico y Cuba, cuyas primeras relaciones con EEUU había determinado el interés económico. Cuatro años más tarde, Tomás Jefferson también se expresaba en iguales términos. Sin embargo, las manifestaciones jeffersonianas de expansionismo no se limitaban a Cuba y a Puerto Rico si no que profesaban un deseo de incluir a todo el hemisferio bajo la éjida de la nueva República.

Las nubes de guerra angloespañola que se perfilaban en el horizonte a fines del siglo XVIII fueron responsables por un cambio de política española respecto a los EE.UU. Reconociendo el valor de una alianza hispanoamericana, el gobierno español entabló gestiones diplomáticas con EE.UU. que culminan con la firma de un tratado de amistad, límites y navegación el 21 de octubre de 1795. El artículo XIX de este tratado permita el establecimiento recíproco de cónsules pero no será hasta 1815 que se llevará a cabo este intercambio. No obstante, este tratado normalizó las relaciones comerciales entre Puerto Rico y EE.UU. Pronto se comenzaron a recibir en la Isla grandes cargamentos de productos norteamericanos. Los víveres recibidos en Puerto Rico a raíz de este tratado hispanoamericano fueron muy útiles para ayudar a repeler el ataque inglés a Puerto Rico en 1797.

El tráfico comercial aumentó considerablemente a principios del siglo XIX. Según Lidio Cruz Monclova, entre el 19 de noviembre de 1796 y el 18 de julio de 1801 se admitieron en San Juan 15 buques mercantes de EE.UU. Sin embargo, durante los próximos tres meses entraron en el puerto de San Juan 14 buques mercantes de EE.UU.

A pesar del temor español sobre la penetración económica de EE.UU. en Puerto Rico, España no tenía más remedio que aceptarlo ya que la situación europea no le permitía abastecer sus propias colonias y el comercio norteamericano llenaba muy bien esta necesidad imperante. Luego de normalizarse un poco la precaria situación española fue muy difcil excluir el muy entrenchado comercio norteamericano que, de necesidad se había convertido en hábito. Obedeciendo a estas nuevas exigencias, España expidió en el 1815 una Cédula de Gracia, de gran impacto para la vida comercial puertorriqueña. El 27 de noviembre de 1815 se expidieron credenciales acreditando por primera vez un cónsul de EE.UU. en Puerto Rico.

Las maquinaciones polticas del monarca español Fernando VIII volvieron a despertar los pensamientos anexionistas de EE.UU. Temerososde que España pudiera utilizar a Puerto Rico como prenda de intercambio, el gobierno de EE.UU., a través de su Secretario de Estado John Quincy Adams, comunicó al gobierno español el 28 de abril de 1823 que los EE.UU. no contemplaran con gusto que Cuba o Puerto Rico pasaran a la posesión de ninguna otra potencia.

Los temores de EEUU estaban bien fundados pues la poltica de EE.UU. prefería ver a Puerto Rico bajo un gobierno centralista español a la incertidumbre de gobierno que prevalecía en las repúblicas hispanoamericanas. Por lo menos, bajo España los norteamericanos estaban relativamente seguros de que Puerto Rico no pasaría a manos de otra potencia. Además, los EEUU se sentían muy satisfechos con el ascendente ritmo comercial que mantenían con la Isla. Ya para el 1832, Puerto Rico compraba la mayor parte de sus mercancías a EE.UU., convirtiendo así a esta nación en el mercado más importante de Puerto Rico.

El aumento comercial trajo consigo un mayor intercambio entre Puerto Rico y los EE.UU. Para el 1825, más de 200 jóvenes puertorriqueños estudiaban en universidades norteamericanas. La penetración comercial llegó a su punto más alto a mediados del siglo XIX y para el 1851 el 42% de las exportaciones insulares iban a puertos de EE.UU. mientras que solamente el 6.75% se llevaba a cabo con España.

Terminada la Guerra Civil, EE.UU. volvió a dar señales de anexionismo. En julio de 1869, los EE.UU. ofrecieron comprar las islas de Puerto Rico y Cuba por la cantidad de 150 millones de dólares pero Espana declinó la oferta.

El estallido de revolución en Cuba en 1868 suscitó sendos debates en el Congreso para reconocer la beligerancia cubana que fueron derrotados. El comienzo en 1879 de la llamada Guerra Chiquita en Cuba reanudó el interés de EEUU por las colonias españolas del Caribe pero la corta duración de este conflicto pronto convenció a los EE.UU. de que España era el amo en Cuba.

Se puede afirmar que la ineptitud española no dejaba duda de que los objetivos de EEUU serían alcanzados.

B. Causas directas de la Guerra

Tal vez, para encontrar las raíces de esta guerra hay que remontarse a la Guerra Cubana de los Diez Años, o Grito de Yara (1868-1878). Sin pretender despreciar el sano intento de EE.UU. en ayudar a la causa cubana sabemos que los revolucionarios cubanos contaron con el apoyo moral y material de EE.UU. Los exiliados cubanos en Nueva York, Filadelfia, y Tampa no cesaron en su intento y lograron mantener prendida la llama del sentimiento antiespañol.

En el 1869 los EE.UU. trataron de poner fin al conflicto ofreciendo sus buenos oficios para mediar en la pugna con una propuesta de independencia para Cuba. Naturalmente, la oferta norteamericana fue rechazada, lo cual aumentó en EE.UU. el sentimiento antiespañol. Se consideró en EE.UU. el reconocimiento beligerante de los cubanos pero pronto se tuvo que desistir de este empeño a causa de la imperante opinión mundial.

Los cubanos en EE.UU. vieron sus empeños coronados con el estallido de un nuevo movimiento revolucionario en Cuba. En el 1894 estalló el Grito de Baire. Esta vez la respuesta española fue fulminante, despachando 100,000 tropas hacia Cuba para aplastar la insurrección. El sistema represivo de español sólo sirvió para solidificar a los cubanos y dio excusas al mismo tiempo para que los EE.UU. participaran más activamente en ayudar al movimiento revolucionario.

El Presidente de EE.UU. Cleveland ofreció arbitrar en el conflicto pero fue rechazado por España. El nuevo Presidente McKinley se dedicó a una política de apoyo más abierta y en 1897 reconoció la beligerancia de los revolucionarios cubanos. Con tal acción, la revolución cubana perdió el carácter doméstico para convertirse en un conflicto legal internacional. De reconocimiento de beligerancia a participación activa había poca distancia.

El Presidente McKinley le envió al gobierno español una nota diplomática. En esta nota con carácter de ultimátum se le daba a España hasta octubre de 1897 para resolver el problema cubano. La respuesta española dejó entrever la ineptitud del agobiado gobierno de Sagasta pues éste solo prometía dar amnistía a los revolucionarios cubanos sin ofrecer una respuesta a dicho ultimátum. El titubeo español aumentó el espíritu intervencionista en EE.UU. pues demostraba la debilidad de España.

El 27 de noviembre de 1897 se publicó en Cuba una Carta Autonómica, pero el envalentonado McKinley declaró que EE.UU. no se consideraba satisfecho con esta acción añadiendo que su nación consideraría seriamente intervenir en Cuba si el conflicto no era resuelto con brevedad. Para subrayar más su intención de intervenir, McKinley ordenó el envío del crucero Maine a la capital cubana para proteger la vida y la hacienda de sus ciudadanos. El 15 de febrero de 1898 este barco fue sacudido por una explosión de origen inexacto que causó la muerte de 260 marinos norteamericanos. Los EE.UU. enviaron una nueva nota a España el 20 de abril, en la cual, otra vez en forma de ultimátum, le daban a los españoles un plazo de tres días para evacuar la isla. Este ultimátum representaba una declaración de guerra y como tal fue interpretado por España. Los españoles, heridos en su honor, contestaron que un estado de guerra existía entre los EE.UU. y España a partir del 24 de abril de 1898. El 25 de abril los EE.UU. hicieron la declaración formal de guerra.